Don José y la elegante Puebla

*A tan solo unos metros del Barrio del Artista, desde 1986 mantiene sus sastrería que engalana al Centro Histórico de la capital poblana

Óscar Sánchez

Puebla, Pue.- La sastrería vive en el estilo y el porte de José Odón Solís Aguilar, asesor de la Federación Mexicana de Sastres. El arte de la confección de prendas de caballero y trajes para las mujeres viene de familia, es sastre por herencia desde hace casi 40 años.

Aprendió el oficio por tradición: su abuelo, su padre y su hermano crecieron y vivieron rodeados de telas, texturas, colores y diseños. Aún recuerda que cuando era adolescente, la sastrería era un castigo para los niños que no obedecían a sus padres, tenían que instruirse para elaborar su ropa y aprender la lección.

No fue su caso, amó el oficio de su familia desde pequeño, lo convirtió en su pasión y su negocio, el cual prevalece desde 1986 en el Centro Histórico de la capital poblana, a tan solo unos metros del Barrio del Artista.

Tal vez sin estar consciente de ello, es un artista: las personas que usan sus creaciones le dan vida a cada una de sus piezas, desde sacos, chalecos, jackets y pantalones, hasta esmoquin y casimires para una ocasión especial. Su trabajo se convierte en una pasarela constante.

Generalmente son hombres los que acuden a su negocio, su clientela es conocida, pues más que verlos como compradores los ve como amigos, conoce sus medidas, gustos y hasta exigencias.

Para él no hay imposibles, a sus puertas han llegado jóvenes con ideas extravagantes, nuevos patrones y estilos. Sus peticiones las toma como un reto a superar y es entonces cuando se crea una fusión de la moda actual con su experiencia en el tipo de tela, el color que favorezca a la persona y el ajuste al cuerpo.

Algunas personas le han mencionado que la sastrería se está extinguiendo y le recuerdan que los alfayates, como también son llamados, son personas de la tercera edad que no generaron mano de obra o aprendientes.

No niega que la sastrería comenzó a tener un declive desde hace más de veinte años debido a que las tiendas departamentales comenzaron a ofrecer sastrería industrializada, prendas elaboradas de forma masiva que carecen de calidad, diseño y textura.

Por si fuera poco, fábricas de tejidos mexicanas comenzaron a exportar sus telas de calidad y a comercializar las más sencillas en el país, una decisión que también los afectó, por lo que tuvieron que recurrir a empresas extranjeras que igualaron el precio y la calidad.

Como todo buen empresario, conoce las áreas de oportunidad ante desafíos. Sabe que sus competidores industrializados crean ropa sobre un maniquí que no contiene ese toque personalizado que él brinda.

“Compran en las tiendas y se les hace fácil decir voy con el sastre para que me lo arregle”, recrimina. Pero no es así de sencillo, todos los cuerpos son diferentes y reconoce los detalles tan solo con la cinta métrica y los años de experiencia.

Así se convierte en un guía para sus clientes, los asesora para que se vean bien, pero también para que se sientan cómodos y confiados en la ropa que van a usar. Las prendas suelen ser más caras de lo habitual, pues al ser al gusto del cliente, la tela y mano de obra es exclusiva.

Esa es la garantía de su trabajo, un aval que le abrió las puertas de escuelas de Diseño de Modas y la confianza de sus alumnas; desde la creación de la Asociación de Sastres y Diseñadores de Puebla, una institución avalada por la Secretaría de Educación Pública, ha generado diplomados y cursos de sastrería para las nuevas generaciones.

Para su sorpresa, las mujeres son las que más se han interesado en el oficio, a diferencia de hace algunas generaciones en las que los hombres, en su mayoría, eran los encargados de crear este tipo de vestimenta. El trabajo dejó de ser un oficio de hombres obligados a un gusto que las mujeres adquirieron y desarrollaron.

Es el último de su familia que se dedica a la sastrería; anhela fomentar el gusto por este arte en otros jóvenes, una meta que se está materializando con algunas de sus alumnas que han echado a andar sus propios negocios de diseño.

Ser sastre la ha dado la oportunidad no solo conocer las medidas de las personas y sus gustos, sino también vivir a través de las telas y el diseño el placer del estilo y la enseñanza.

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